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Buenas nuevas, viejas cuentas pendientes (Segunda Parte)

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El tipo de cambio bilateral entre Argentina y Brasil, es el mejor desde la devaluación del peso argentino, por el valor histórico del tipo de cambio bilateral, por lo que es fácil observar que este tipo de cambio no guarda relación con el resultado de la balanza comercial. (Evidentemente, las variables reguladoras son otras)

 

También, el apego y el respeto por las normas es tarea inconclusa por estas tierras, para generar en definitiva un marco de respeto a las reglas de juego; aquí podríamos mencionar temas como el acatamiento de los acuerdos firmados por la nación, o la limitación a políticas realmente efectivas respecto de la generación de barreras no arancelarias como se han ido sucediendo e incrementando en el último año.


Las licencias no automáticas y su aplicación han tenido en los últimos tiempos una significancia importante dentro de este espectro, y en ocasiones (ya sea a favor o en contra) se ha criticado su implementación, y muchos de los que han efectuado estas críticas han establecido un criterio de oportunidad para quedar bien o mal con determinado sector en lugar de efectuar un análisis real del porqué se ha llevado a cabo, opinando con un cierto nivel de desconocimiento que asusta a propios y extraños.


La Argentina ha aplicado estas medidas y no puede ser considerada un país “extraño” o único en aplicarlas; otros países han aplicado distintas fórmulas “disfrazando” el mismo concepto proteccionista, por lo cual caerle al estado argentino con todo rigor y tildarlo de improvisado es mirar con ojos muy selectivos lo que se está haciendo en otros mercados con los cuales se nos pretende comparar y que aparecen como la panacea del libre comercio, cuando todos los que estamos practicando comercio internacional desde hace varias décadas sabemos de sobra que el libre comercio es una utopía que es aplicable con mayor o menor rigor en función del interés que sea tocado o del particular momento económico global, como lo es en la actualidad.


Cada vez es mayor el efecto de las barreras no arancelarias, lo cual no es obstáculo para que su importancia haya aumentado al sustituir de ma¬nera progresiva la función de los aranceles en el control del comercio internacional, así cuotas, restricciones voluntarias a las exportaciones, reglas de origen estrictas, proliferación de medidas antidumping, (véase el caso China a nivel internacional) barreras técnicas, compras de gobierno y subsidios, entre otros, conforman una red de obstáculos al comercio que pueden considerarse como aleatorios y no redundantes con el regionalismo.


No cabe duda de que estas barreras tienen relevancia para comprender el espectro de causalidades del comercio. En ese sentido, se puede suponer que su empleo internacional representa la verdadera naturaleza de una parte del efecto que algunos estudios atribuyen a los modelos de liberación del comercio, pero que coyunturalmente la realidad ubica en muchos casos en la vereda opuesta.


Que quede muy en claro que no estoy proponiendo una vuelta al escenario de los ’45, con una economía mundial muy cerrada, pero si efectuar un análisis más profundo y serio de la actualidad internacional, donde cualquiera puede verificar la aparición de políticas neoproteccionistas ya no atadas necesariamente a la aplicación de un arancel que limite la transacciones internacionales, sino con ingeniosas, y muchas veces imposibles de llevar a la práctica, medidas restriccionistas de diversa índole y carácter.


Creo, en ese sentido, que esta política nacional debe ser revisada en forma continua y analizar a quién se protege, porqué y por cuanto tiempo. Pienso con firme convicción que un superávit de balanza comercial no se logra estableciendo limitaciones a las importaciones sino buscando incrementar las exportaciones, en donde todavía persisten impuestos distorsivos que las afectan; no se puede crear compulsivamente “exportadores” de la noche a la mañana porque es sabido que las ventas externas no se incrementan por imposiciones políticas, sino por responder a estrategias comerciales no sólo de país sino también empresariales y cuyos resultados se verifican en el mediano o largo plazo.


Como mencionaba anteriormente, circunscribir el análisis a la variable del tipo de cambio demuestra una miopía supina


Muchos observadores hablan de “viento de cola” para explicar el supuesto beneficio del incremento de las exportaciones locales; esto es posible verificarlo a medias, dado que el escenario internacional no es el mejor y nos estamos refiriendo solamente a productos con escaso valor agregado, con un bajo nivel de participación de las empresas PyME en ese contexto. Es decir, hay más demanda de productos en el exterior, que ingreso de productos argentinos llevado a cabo luego de un esfuerzo de apertura de mercados, nos “compran” más de lo que realmente “vendemos”.


Las estadísticas demuestran que el incremento de las exportaciones tienen dos efectos simultáneos; uno de ellos está relacionado con el aumento de las cantidades vendidas, en cambio el otro esta relacionado al precio de los bienes intercambiados. (Efectos cantidad y precio)

 

Ante esta realidad, y como todavía un alto porcentaje de nuestras ventas externas están dominadas por productos cuyo precio es determinado por el escenario internacional y no por el libre juego de la oferta y la demanda (por ejemplo, los denominados “commodities”), cabe preguntarse que sucedería con nuestras exportaciones si esos precios tendrían en los próximos meses una tendencia a la baja, pues nos encontraríamos, por ende, que el nivel bruto de las exportaciones bajaría drásticamente en lo que a efectos dinerarios se refiere.

 

Por todo lo expuesto, estamos claramente en un proceso de transición que todavía no marca una tendencia definitiva el camino a seguir en los próximos veinte años, en la Argentina actual aparece mínimamente como descabellado hablar de un plazo que parece una eternidad, y éste es un elemento del cuál nos debemos aferrar para ser un país con crecimiento sostenido, que tenga políticas externas agresivas y asociativas dentro del marco latinoamericano, y que sean inclusivas y sostenidas para aquellos sectores que todavía no participan del negocio exportable.

 

El corto plazo nos encontrará, como fue mencionado anteriormente, probablemente con la creación del Banco del Sur para paliar déficits de cuentas flacas, con la conformación del Código Aduanero del Mercosur como un paso hacia adelante en nuestro maltrecho proceso de integración, pero aún sin políticas comerciales de bloque o acuerdo de asociatividad que permitan en lo sucesivo no sucumbir ante modificaciones en lo coyuntural económico internacional.

 

En definitiva, establecer políticas industriales activas e ir modificando paulatinamente un escenario de proteccionismo cautelar y la permanencia económicamente no sustentable de las retenciones en las exportaciones para quitar una contradicción clara respecto de que se protege y que se estimula.

 

No debemos tener miedo a ser competitivos, ni empezar a pensar seriamente en ser más eficientes para abordar con seriedad los mercados externos, para proyectar ventas de productos con mayor componente de valor agregado y presencia más estable en el escenario internacional. Los actuales niveles de competitividad de muchos sectores de nuestra economía demuestran claramente que lo que se debe repensar es el trasfondo estratégico, y no es echarle la culpa al tipo de cambio o a la inflación, para quedarse en la queja permanente.

 

Es momento de establecer medidas y estrategias de mediano y largo plazo, no de pensar solamente que pasará mañana. La falta de credibilidad que en muchos mercados observa el empresario argentino es la respuesta a muchas décadas de ineficiencia y falta de previsibilidad.

 

Claramente, es una idea que le compete en parte al estado, pero no es el único responsable.