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Buenas nuevas, viejas cuentas pendientes

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Sin dudas, un dato positivo de la realidad, como así también lo es que se prevé para fin de este año un nuevo récord del total exportado, cercano a los us$ 80.000.- millones, a pesar que con seguridad se mostrará una fuerte reducción del superávit comercial.

 

No obstante esta realidad, el mundo sigue cambiando atento a un proceso más que acelerado por lo que hace dos meses atrás se conformaba como un escenario post-crisis por los vaivenes acontecidos en las economías centrales, la coyuntura indica que estos parámetros se han incrementado en sus factores de inestabilidad y que varios países (a través de sus economías) se han sumado al “tembladeral” y no es posible determinar a ciencia cierta cuál será el resultado final de este complejo contexto.

 

En el espacio de América Latina, si bien se mira con cierta preocupación este acontecer, las economías locales no han sentido todavía un reflejo real de estos cimbronazos y los indicadores reflejan un marcado nivel de optimismo con economías en crecimiento y paridades con las principales divisas en calma o con tendencia a la apreciación monetaria, si bien Brasil está monitoreando una lenta devaluación de su moneda, no se esperan resultados de “invasiones” de productos cariocas dado que debería el Real devaluarse casi un 50% para llegar a niveles que tenía hace dos años atrás.

 

Así las cosas, nuestro país se encuentra analizando y proyectando acciones de más y mejor integración en el “patio casero” de los procesos de integración, apuntando fuertemente en dos direcciones, apuntalar al Mercosur como proceso de integración y crecimiento comercial, y fomentar a la UNASUR como el instrumento político y económico que canalice distintas demandas que puedan surgir a futuro. (Como ejemplo, incluyendo la creación del Banco del Sur y la demorada sanción del Código Aduanero Común del Mercosur)

 

Enhorabuena. Muchas veces he criticado desde diferentes artículos las carencias de un proyecto político internacional que fije reglas de continuidad en lo que a Relaciones Internacionales se refiere.

 

Si hacemos un rápido paneo sobre como se ha relacionado nuestro país con la comunidad internacional desde el restauración del proceso democrático, para no hacer un análisis histórico complejo y de larga data, vemos que las diferentes administraciones (sin hacer ningún tipo de calificación política y haciendo abstracción de los momentos de cada escenario) han oscilado entre relaciones carnales con la principal potencia económica o un ostensible distanciamiento con ese mismo país, creando un marco de total imprevisibilidad a nuestras relaciones externas.

 

Sin embargo, esta tendencia se ha modificado en las últimas administraciones y se ha establecido un carácter claramente latino-americanista en nuestras relaciones; con certeza esta actitud tiene sectores a favor y en contra, pero el hecho destacable es que se ha marcado un rumbo que hace previsible pensar en un futuro dentro de un marco político conceptual más claro, que podrá tener diferencia de matices, algunos claros oscuros pero que indudablemente marcan una tarea y un lugar común hacia donde se dirigen nuestros esfuerzos de integración.

 

No obstante, no es un escenario paradisíaco ni se le parece. Todavía se deben esclarecer determinadas políticas y conductos que hagan de la Argentina un país más previsible.


¿Qué es lo que marca la actualidad dentro del “debe”?

 

Al inicio de esta nota, mencionábamos el crecimiento de las MOI y el mantenimiento del superávit comercial, dos buenas nuevas pero que al analizarlas con más profundidad podemos decir sin temor a equivocarnos que del total exportado, el 80% se concentra prácticamente en no más de 150 empresas, lo que habla a las claras de una fuerte concentración de la oferta exportable, y lo que es también materia pendiente, la escasa participación de la PyME autóctona que a pesar de haber incrementado su nivel de participación en cantidad de empresas exportadoras, todavía no puede superar el 5/6% de su participación en la torta de bienes exportados.

 

Con sus excepciones, (cada vez menores) América Latina sigue exportando a los países desarrollados productos básicos, al tiempo que sus manufacturas, incluidas en la categoría de las exportaciones no tradicionales, se encaminan sobre todo a los mercados regionales o al comercio intrazona.

 

La competitividad de los productos básicos les permite enfrentar en mejores condiciones la amplitud de restricciones arancelarias y no arancelarias que caracterizan al mercado mundial, aunque es posible que también haya influido la menor capacidad de absorción de los mercados regionales debido a su tamaño, el paralelismo productivo y la menor diversificación industrial, aunque subsisten todavía negociaciones que tiendan a liberalizar más este comercio para los países de la región, y probablemente de este modo, se genere mas “dependencia” del comercio extrazona de productos primarios. (Aquí vale consignar, como ejemplo, que se esta discutiendo entre el Mercosur y la Unión Europea)

 

Como resultado, se absorbe la producción latinoamericana de bienes intermedios y de consumo, mientras que los países de mayor desarrollo económico relativo proveen de forma mayoritaria los bienes de capital.

 

Nuestro país parece confirmar este diagnóstico. En líneas generales, los coeficientes de las exportaciones a América Latina son positivos (excepción hecha de Brasil) y elevados para todos los grupos de pro¬ductos con algún valor agregado, aunque es de modo considerablemente menor en los bienes básicos sin elaborar. Las exportaciones de éstos últimos y la de básicos elaborados registran un dinamismo mayor cuando se dirigen fuera de América Latina, al tiempo que los bienes manufacturados se exportan más a la región, sobre todo a partir de la entrada en funciones del Mercosur, no obstante que el exportador argentino no ha desarrollado con aptitud ni actitud el mercado centroamericano.