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La histórica nacionalización de los servicios ferroviarios

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Antes de 1943 el país exportaba solo carnes y cereales. No existía planificación estratégica y, los gobiernos, eran elegidos en lujosos banquetes en la Cámara de Comercio Argentino-Británica.


La tarea emprendida por Perón desde el 4 de junio de 1946 -tres años después de la asonada anticonservadora-, aunque vilipendiado y aislado por la comunidad "civilizada" mundial, fue ciclópea. Era cuestión de romper con el pasado y hacer añicos su argumentación.


Había que arrebatar de las garras británicas las riendas del Estado. Los resortes económicos -Banco Central incluido hasta hacía algún tiempo- eran administrados por capitales foráneos. Esa posibilidad giraba en torno de la repatriación de la deuda externa y la nacionalización de la totalidad de los servicios públicos.


No era cuestión de nacionalizar por chauvinismo o de consumar un despojo

 

Perón advitió de forma clara que la dependencia económica era el eje de la descapitalización progresiva de la Nación. En 1946 el país remitía de forma anual al exterior 800 millones de pesos por pago de amortizaciones e intereses de la deuda. Los trenes representaban 150 millones; la Corporación de Transportes y los teléfonos 120 cada uno; el servicio de gas 110; los seguros 150; los reaseguros 50; la electricidad 150; la comercialización de las cosechas 1.000 y los fletes marítimos otros 500 millones.

 

Era excluyente sanear esa sangría. La reorganización de los servicios públicos -entonces "eficientes"- exigía unos 30.000 millones de pesos y otros 20.000 millones la renovación de maquinarias y vehículos para el transporte terrestre.
Con los estudios en su poder, Perón convocó a una reunión a los técnicos económicos más calificados. Perdió diez horas explicando sus planes y proporcionando datos que ofrecieran soluciones.

 

Tres días después confesó su decepción, pues esos técnicos "conversaron mucho, no dijeron nada y no comprendí lo poco que trajeron. Lo hicieron en una terminología tan rara y confusa que dudo que ellos mismos se entendieran", reseñó en su momento.

 

"Cuando en economía no se entiende algo es porque hay gato encerrado", afirmó Scalabrini Ortiz. Agregaba que es imposible ofrecer a esos personajes el manejo de la economía. "Es como darle a un gato el cuidado de las sardinas", ejemplificaba.

 

Esa reunión concluyó casi de forma intempestiva. Un técnico osó decirle a Perón: "Usted debe gastar tantos miles de millones y no los tiene. ¿Cómo quiere comprar?". A lo que respondió: "Amiguito, si tuviera el dinero no lo llamo a usted. Voy y compro, nomás".

 

Entonces surgió en la escena político-económica nacional el empresario Miguel Miranda, llamado luego el "zar de las finanzas".

 

Empresario de acción, sin ataduras y pragmático

 

Cuando Perón le refirió su reunión con economistas y técnicos, Miranda exclamó sorprendido: "General: ¿Usted cree que si fueran capaces de algo ganarían un sueldo miserable como asesores?". Perón respondió: "Pero, Miranda, vea que hay que comprar mucho y no tenemos dinero". La respuesta no se hizo esperar: "Esa es la forma de comprar, General. Con plata compran los tontos".

 

Miranda se había desempeñado como presidente del Banco Central antes del 4 de junio de 1946. Su certera visión comercial convenció a Perón de la necesidad de tenerlo a su lado como artífice de la dura batalla por la recuperación estatal nacional.

 

El 13 de febrero de 1948, luego de arduas negociaciones, el gobierno anunció la nacionalización de los ferrocarriles, primer paso de la inmediata reestatización de la totalidad del sistema. El 1 de marzo, una multitud se adueñó de la zona de Retiro para asistir al acto de toma de posesión formal de los trenes. Paradoja del destino, Perón no asistió a esa fiesta por un imponderable.

 

Esa mañana, bien temprano, debió someterse de urgencia a una operación de apéndice. En su lugar se dirigió a la masa radiante su esposa, María Eva Duarte, mientras Scalabrini Ortiz, artífice histórico de la batalla por aquella recuperación, solo sonreía.

 

¿Cómo pasaron los ferrocarriles a manos nacionales? Con divisas acumuladas por provisión de cereales y carnes durante la guerra, Miranda comenzó a repatriar la deuda externa. Eligió los trenes como prueba piloto de la reestatización. Insinuó de forma velada por distintos conductos que el Gobierno estaba dispuesto a adquirirlos. Poco tiempo después llegó a la Argentina una comisión del directorio ferroviario en Londres para "conversar".
Un año antes, Su Majestad Británica había rubricado con el gobierno peronista un tratado por el que se comprometió a mantener la convertibilidad de la libra esterlina, lo que permitía el negocio triangular con los Estados Unidos. Miranda agotó rápido los saldos acreedores en Londres para repatriar la carga pública.
Al firmar el contrato de compra-venta de los ferrocarriles determinó dos cláusulas para su adquisición y forma de pago: a) se compraban en 2.029 millones de pesos los bienes directos e indirectos de las empresas y, b), al contado y en efectivo, con disponibilidades existentes en los Estados Unidos si se mantenía la convertibilidad de la libra o, de lo contrario, en especies.
Los astutos comerciantes ingleses habían solicitado de forma inicial 10 mil millones de pesos. Miranda y Perón sortearon el vallado financiero y rompieron todas las reglas clásicas de la economía en un país que, hacia 1948, se avizoraba próspero.

 

El nivel de vida de los obreros aumentaba

 

La industrialización -apoyada en el Primer Plan Quinquenal- y el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI) estaban en marcha; la deuda externa había sido repatriada; las flotas aérea, mercante y fluvial ya eran un verdadero orgullo; se nacionalizaron trenes, puertos, agua corriente, usinas eléctricas y se gestaba la plaza de seguros y reaseguros y el mercado financiero de Buenos Aires.

 

Con sobrado orgullo pudo viajar Perón a Tucumán para declarar, el 9 de julio de 1947, la independencia económica argentina, ratificada dos años después con la aprobación por amplia mayoría parlamentaria de la Constitución Nacional Justicialista.

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